lunes, 30 de diciembre de 2013

Y se paró, y pensó...

Quinto día de marcha, aparentemente infinita hasta el momento. Una yegua sin montura sobre el lomo bebía agua de un manantial cercano a un árbol. Era negra, brillaba su esculpida forma a la luz diurna y nocturna de la misma manera. Un chico, muy maduro para su juventud, de 17 inviernos de edad, arrancaba hierbajos, no muy alejado del manso animal. La luz solar le daba de lleno en el perfil de la cara, remarcando sus rasgos, medio de joven, medio de adulto, mitad campesino, mitad guerrero, mitad inocente, mitad decidido, sabía a qué marchaba - al destino - había escuchado cuál era la tarea para la que le precisaban en la aldea del Rey del Oriente, el temible dragón, la gloria, la leyenda, una dama, una ros¡Eh! ¡Espera! ¿Cómo que sabía cuál era su destino? Sabía para qué había requerido el Reino la ayuda de todo fiero caballero, había oído los susurros que le indicaban qué camino seguir, las exclamaciones de la gente que le animaba a responder ante la petición del Rey y el Reino, tras ver sus habilidades con espada y lanza, pero... ¿pero eso era su destino? ¿lo que la urgencia de otros requería? Algo iba mal... No funcionaba. Él no había leído ningún poema que dijera: ´y el joven caballero hincó con decisión la lanza en el dragón, salvando a la princesa, matando a la bestia, salvando el reino de Oriente, trayendo la salvación´. Su vida no era aún un libro escrito. Y... Puede que fuera muy atrevido pensarlo de ése modo... Pero, ¿no era la salvación de uno la destrucción de otro? ¿Era eso correcto? Quién sabe... Él no. Desde luego. Alzó la cabeza y dirigió la mirada hacia la yegua, que aún descansaba a la vera del manantial... Quizás ella supiera la respuesta...

-Eh, ¡Respuesta! ¿Debo yo escribir mi historia? ¿O debo yo cumplir la lectura que otros hacen de mi sino?

Al ver que la respuesta de Respuesta era girar la cabeza en sentido contrario a su jinete, su compañero desde temprana edad, supo que la decisión de cómo acababa su libro propio, su propio poema, y el del supuesto dragón, y el del Reino, y el de la princesa que aún no había visto era sólo de él, del supuesto dragón, del Reino y de la princesa.

Entonces... ¿qué haría él? Es cierto que era hermosa la princesa, o eso afirmaban con ahínco muchos hombres e incluso mujeres, y el Reino poderoso... Y eso no le gustaba. Su poder había arrasado algún que otro poblado, por él bien superior, decían los poemas de los poetas del Reino... Y el dragón... Era presuntamente peligroso, y nocivo, sin duda. ¿Cómo no iba a serlo? El único diálogo eran lanzas que sobrevolaban su cabeza e intentaban tumbar sus piernas... ¿Giraría el la cabeza como Respuesta? Nadie lo había intentado... Ni siquiera sabía nadie por qué había atentado varias veces el dragón contra ellos... Igual tenía sus motivos. Igual era una bestia, sólo una bestia. Una bestia hermosa. Y esa definición devolvió el Reino a sus pensamientos. ¿Y si no hubiese Reino? ¿Y si no hubiese dragón? No sabía nada, y bajo la sombra del árbol solitario y bajo la muda pero permanente compañía de Respuesta todo le daba más vueltas. Sólo de dos cosas estaba seguro:

Una, el Reino era tan peligroso para otros como el dragón para el Reino. Sólo que el Reino suplicaba y ofrecía dinero, y el dragón quemaba el cielo con rugidos y llamas, y volaba. Pero él aún no había conocido a ése dragón, a saber cuál era su historia...

Dos, el Reino no podría acabar con el dragón, si no, no estaría él, medio hombre medio adulto, en el quinto día de marcha con lanza preparada para dormir y callar al susodicho dragón, para siempre, cómo le habían encomendado. No era el único recluta del Reino, pero sí el único que había desertado para reflexionar sobre su tarea.

Y creyó tenerla clara... Era lo que se había hecho hasta entonces, y con sus más y menos, todo iba bien... ¿No? Acabar con las amenazas que caían del cielo, llameantes ruidosas y amenazadoras,  y dar poder al Reino y casi todos parecían estar de acuerdo... ¿pero y si casi todos estaban equivocados? ¿y si casi todos estaban en el camino incorrecto? ¿y si habían escogido andar sobre los firmes ladrillos de una mentira próspera y muy bien estructurada en vez de por las arenas movedizas del camino más difícil, pero no por eso el menos correcto?

''Duda para estar seguro.''

Sí, recordaba eso.

''Nada está establecido.''

Sí, eso también lo recordaba.

Y se paró y pensó de nuevo. Y dudó de estar en lo correcto. Dudó de cada ladrillo que sustentaba el camino que andaba todo Oriente. Se dio cuenta de que si había rezagados del camino, no se les conocía y él era el único... Si no se les conocía, entonces el mismo estaría caminando sobre ignorancia y ladrillos bien colocados... Y se sintió un ignorante absoluto. Un perdido, una herramienta para cumplir un deseo externo, pero una herramienta indecisa, desconfiada y de mente abierta. Y, como le pareció lo más acertado, dejó que el Reino podía esperar un poco más, que lucharan las personas que todo tenían claro, y decidió continuar su propio poema, que mucho le faltaba por ser terminando, sobre los lomos de Respuesta, hacia un horizonte infinito que anochecía estrellado, separándose del camino que otros le habían marcado.

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